Nunca un mar en calma hizo experto a un marinero

Nunca un mar en calma hizo experto a un marinero

viernes, 30 de julio de 2010

Quiero Ver

Un lugar de calma. Una vela encendida. Un espíritu sereno y observante. Una persona que se pregunta qué hace aquí, que se revuelve inquieta en sí misma, peleando sin pretenderlo en una lucha en la que no hay nada más que una pesadilla dentro de otra pesadilla, dentro de otra pesadilla, dentro de otra... Pero, ¿qué estoy diciendo? ¿a dónde fue mi optimismo? ¿dónde la confianza, la alegría, las ganas de vivir?

Necesito dar expresión a este agujero negro. Necesito hacer una poesía con esta noche oscura del alma. Dejar de planteármela. Vivirla. Pues para eso estoy aquí.

Esta noche oscura es como mil agujas clavándose en el alma. Es sentir que no hay asidero posible, y que la escapatoria ya no es una opción creíble. Es sentir una soledad infinita, apenas asumible, que deriva en un pozo sin fondo de rabia. Es ver surgir un fotograma en el que desfilan todas las personas por las que me sentí abandonada... y ya no poder culparlas.

En esta noche oscura del alma, encontré un regalo: la compasión. Supe que estas agujas que siento clavadas, son las mismas que sintieron en lo más profundo, las almas de los que alguna vez esperé algo. Sentí una momentánea y compasiva calma... ellos no pudieron darse cuenta, yo sí... yo puedo salir de aquí... yo puedo encarnar lo que deseo... Yo puedo ser incluso en este momento, en el que la cruel carencia se siente tan real, amor y generosidad. Siento cómo se inicia la transformación, el corazón empieza a hincharse. Levemente empieza a intuirse la Salida.

Pero la noche no admite treguas, porque es aún muy intensa. Vuelve a avivarse el fuego del dolor, vuelve a activarse la experiencia desgarradora de la carencia, porque la pequeña no se fía de mí. Es lógico, demasiadas veces he soterrado el miedo, en lugar de enfrentarlo, y la he dejado sola en su vivencia, cerrándole la puerta en las narices, y bloqueando en mi vida todo cuanto pudiera ponerme en contacto con ésto. Podando las ramas de mi desarrollo antes de que pudieran empezar a florecer. Escondiéndome en mis teorías, en mis justificaciones, en mi pequeña y limitante cueva personal. Ahora... ahora la vida me obliga a escucharla, y no puedo evitar dejarme llevar por esta tormenta interna, que es demasiado fuerte, que se me antoja tremendamente oscura, pero a la que me repliego dócil. Quiero... ¡necesito Ver!. Y regreso a mis cinco, a mis siete, a mis diez años.

Una pena infinita me inunda el pecho y se desborda por mis ojos, por mi voz. Me escucho hablar, las palabras surgen de algún lugar recóndito. "Dios no me quiere, Dios no me ama..." Y en medio de mi pena infinita, comprendo. Comprendo la raíz de todo. Es la meninha, viviendo en un eterno retorno que no comprende. ¿Cómo vas a comprender, pequeño angelito, la ausencia de amor? ¿Cómo va a comprender que toca vivir sin sentir el Sustento, que no hay más remedio que vivir el terror y la falta de protección? No puede... pero en algo hay que creer, así que arma un puzzle en el que vivirá, sin saberlo, por lo menos, un par de décadas más de su vida.

En ese puzzle, en ese mapa mental, el Sustento no puede no existir. El problema, entonces, debe ser ella misma. Si se cambia a sí misma, si se construye al agrado de Dios, el oxígeno volverá. Las circunstancias cambiarán. Se irá la enfermedad, volverá la vida, volverá el amor, se disolverá este nudo eterno. Me verán... aunque... ¿a quien verán, si debo cambiar? ¿a mí... o a un disfraz?

Es un laberinto demasiado enorme para una mente infantil, así que decide hacer de tripas corazón y esforzarse por fundirse con su disfraz, con lo que su medio necesita, con lo que necesita su papá enfermo, su mamá-niña, su maestra, su hermana, su amiga. Así podrá vivir. Así podrá respirar. Y mientras el sistema va funcionándole a medias, se acostumbra al amor descafeinado. Se olvida de que inicialmente, ella no buscaba aprobación, buscaba amor. Se pregunta constantemente quién es ella realmente, si los demás descubrirán su primigenia y aún desconocida falta. A cada muestra de amor, duda. ¿A quién le están dando amor? ¿a mí? ¿a mi disfraz? ¿merezco amor?

De nuevo, el regalo de la compasión por aquella pequeña niña, conviviendo con el miedo ayer real, y hoy demencia. La demencia me dice que sigo en la más absoluta soledad. La Luz me dice que así es, porque me empeño en seguir buscando el amor descafeinado. Se atreve a asegurarme que jamás encontraré Lo que realmente busco en otra individualidad, y que pretenderlo, equivaldría a sitiar al otro, a cortarle las alas de la forma más sutil que existe. Se me dice que amar, es soltar. Se me pide que crezca, que madure, que abra los ojos a la R
realidad. El amor está en mí... bloqueado. Un manantial de agua fresca rodada de sedientos, empezando por mí misma. Llego al límite de mis fuerzas... quiero y no quiero Ver. Quiero y no quiero abandonar mis juguetes. Y compruebo, desarmada, que en mi psiquismo queda Alguien a quien culpar por esta incomodidad tremenda, por esta falta de descanso y de alegría.

Queda culpar a la fuerza de la que todo emerge. Ella no es vulnerable. Ella puede, ¡y no me proporciona!. Me observo exigiéndole y reprochándole a la Vida misma. Veo tan claro la víctima indignada que vive en mí, me siento a mil años luz del Amor, y en mi interior sólo suena..."para mí", "necesito", "dame". Miro cara a cara el egoísmo del que me veo presa, y en el espejo de mi sinceridad libre, y desnuda, sólo puedo ver una gran sombra. El epicentro de mi sombra.

Fruto de las experiencias que se me ha dado a vivir, se ha forjado una persona en mí que sigue sintiendo la falta de afecto y atención, tal y como lo haría un bebé de pocos meses. Es tan grande la carencia, tanta la energía de exigencia y reproche que se activa cuando siente que alguien debería dar y no lo hace, que se asusta de sí misma. Un instante de lucidez le asegura que no debe pedir desde allí jamás, a nadie, que eso es profundamente injusto. Desfilan los recuerdos, y también el arrepentimiento. Ya me comporté de forma profundamente injusta. Ya pedí lo que nadie salvo yo puede proporcionarme. Ya volqué mi dolor... Dios mío, ¿Y si por eso me da tanto pavor vincularme?¿Cómo salgo de aquí?

Entre el sentir y el pensar, entre la pena y la comprensión, se obra un pequeño milagro... el dolor, la rabia, la infinita soledad, el miedo, el agotamiento... inducen a la súplica. Nace del mismo centro del corazón, que transforma esa energía en un ferviente deseo: estar bien. Sentir el regalo de Sentirme Amada y Acogida por Dios. La Conciencia lo Presencia... el cuerpo lo siente. Un súbito y dulce remanso de bienestar me recorre entera. La paz inunda mis células. La paz física. La paz mental. La paz del corazón. La paz de la existencia. Y esa paz abraza el camino de mi alma hacia el sueño. Mientras voy quedándome dormida en los brazos del AMOR, la que se creía abandonada por lo absoluto enmudece.

...

Mi pequeña mariposa fue, pese a todo, muy lista. Pudo haber decidido que el amor no existía. Pudo haber decidido que todo cuanto era real, era la ausencia de luz. Se equivocó haciéndose a responsable de todos los males del mundo, incluso de los suyos, cuando no tenía responsabilidad ninguna. Pero... siguió agarrándose a la luz.

¿Sigo viviendo así, con ese puzzle en mi mente determinando todo cuanto vivo? ¿Cuántos seguimos haciéndolo? ¿Cuántos pensamos que el oxígeno, la felicidad, el amor... regresará cuando cambiemos, cuando cambie el que está a mi lado, cuando cambien las circunstancias? ¿Cuántos seguimos sin darnos cuenta de que continuamos funcionando en una mente infantil? Una mente infantil que no puede resistir las circunstancias, porque en su condición infantil, en realmente vulnerable, y frente a la falta inevitable de este mundo dual, es una víctima real de ellas. ¿Cuántos no tomamos nuestro poder interno y real, cuantos vivimos sin desarrollar su vivencia, mientras seguimos quejándonos? Ese poder nos permitiría navegar en el río de la vida, sean cuales sean las circunstancias... comprender, real y profundamente, que el amor, el oxígeno, la alegría incausada, Es aquí y ahora, ardiendo eterna e infinita en nuestro corazón. Tener esa vivencia nos devolvería a la paz y a la seguridad de alcanzar nuestros sueños... los sueños del alma, libre de miedos, de pasado, de demencia. ¿Cómo recuperaremos ese Saber?

¿¡Cómo!?

Sólo desde la verdad. Y la verdad de este pequeño mundo mío es que aún no lo sabemos... o no lo hemos descubierto. O no tenemos demasiada práctica en recorrer a tiempo el camino de regreso. El regreso a la paz siempre disponible.

Hay que partir desde la verdad... cuanto nuestros ojos del pecho puedan alcanzar. Y seguimos culpándonos, a nosotros mismos o a los demás, qué más da. Mi interior se cansó de hacerme creer que Veo más allá de mis narices, no lo hago, sigo presa en el automatismo de la culpa en los momentos para mí más cruciales. Pero SÉ que existe ese más allá. Lo siento en mis células, lo siento en mis huesos, lo siento entre las ramas del abedul... lo siento en el alma que tirita y sonríe a lo lejos, abrazando a mi niña con tanta ternura, y tocando junto a mí la mejor melodía del ser que sé. Lo siento en mi compasión, en la férrea lucha de mis herman@s por despertar. Lo siento en la luz que también siento en mí, imparable, inabarcable, infinita.

Así que hoy por hoy, ya que quiero Ver, reclamo mi rebeldía. Reclamo mi adolescencia espiritual. Reclamo que no entiendo, reclamo que me duele, reclamo que quiero, que deseo, y que no sé soltar. No del todo... Protesto por el amor de baja calidad que también es en mí, y con toda la soberbía del mundo, por la que desde ya me perdono... o con toda la humildad que sé, proclamo que me lo quedo. Me quedo mi amor imperfecto, no lo rechazo. Es mío. Ya veremos en qué se convierte mañana. Hoy es lo que es.

Y pese a todo, sé que no todo está perdido. Ya siento la fragancia de las flores. Un rumor dulce que adivina la sonrisa cósmica y abandona a la velocidad de la luz este destello pasajero al que tan aferrada estoy. Tendré que decir muy bajito que cuando me importo tan poco, me siento feliz. Tendré que decir bajito que siento que esa es la ruta a ser un verdadero instrumento del destino. Tendré que callarlo. Las voces interiores protestan, con vigor y con fuerza. Quieren seguir sus sueños, en los que late un gérmen de amor y una pesada vestidura de neurosis egoísta. No pienso callarlas. No pienso disfrazarlas. Tampoco me las voy a creer, ya no puedo creérmelas cuando van acompañadas del miedo o de la urgencia... otro regalo de esta noche oscura del alma. Lo que hoy es, es lo que hoy es. Y no pasa nada.

Que la Luz empuje a SU ritmo... y que yo sepa sostener la mirada. Que no nos falte el Valor. Que no nos pueda la cobardía. Que el Amanecer no nos pille dormidos.

Que Dorothy y sus amigos regresen a Casa :)

1 comentario:

Sergito ♥ dijo...

"No esperes a que pase la tormenta; aprende a bailar bajo la lluvia... "

(sonrisa y reverencia interior)

Mi querida Hermana, gracias por tus "12 segundos de oscuridad", porque en ellos el Faro encuentra su Propósito; porque en ellos otros pueden (podemos...) ubicarnos, reconocer "coordenadas que nos son familiares" y, después, continuar el Rumbo...

Un inmenso abrazo...

Sergio